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domingo, 24 de noviembre de 2013

El ultimo Valle




En estos últimos meses hemos vuelto a observar en las tertulias televisivas un “debate” bastante recurrente, y coloco la palabra debate entre comillas ya que, al menos a mi entender, el debate parte de la aceptación y el respeto a las ideas del contrario y una exposición coherente de las mismas, pero en el momento en el cual tocamos nuestra historia más oscura y reciente no nos encontramos con ideas elevadas ni grandes discursos intelectuales sino que topamos con la más rancia bravuconería y los comportamientos reaccionarios que para desgracia de muchos ya forman parte de la marca España.
La cuestión del valle de los caídos y el debate sobre su futuro se ha quedado estancado, el tan siquiera nombrarlo ya despierta antipatías y discursos ya trasnochados.
El valle para muchos representa un símbolo de reconciliación de ambas partes, o al menos así lo expresaba el dictador, ambos bandos yacerían juntos en el mismo lugar para pasar al eterno sueño. Esta idea tan romántica en apariencia pasaba por la edificación del valle utilizando mano de obra republicana y esclava, el símbolo de la reconciliación seria construido por los vencidos en la contienda, a fin de cuentas la reconciliación pasaba por la previa represión. Sabiendo esto no es de extrañar que muchos opten por la destrucción del valle, pues para ellos el valle no es más que una edificación del régimen para su mayor gloria. Esta drástica solución va poco a poco perdiendo defensores y tengo la convicción de que acabara siendo una opción marginal o simplemente desaparecerá.
Así pues la pregunta que se plantea ahora es la que sigue ¿Qué hacemos con el valle? En mi opinión creo que la vía propuesta por algunos sectores del foro de la memoria de convertir el Valle en un museo no va del todo desencaminada. Hay que decir que el proyecto es pretencioso, me explico, el convertir el valle en un lugar en el que se explique la historia de la guerra, la represión y la historia del complejo (lo que muchos ya han bautizado como el museo de la memoria) me parece una solución inteligente; pero señores, ¡Vivimos en España! Aquí cada cual desea ser protagonista del relato y no faltan sectores de la población que ya se han posicionado en contra de esta solución puesto que los historiadores somos una panda de rojos y perro flautas que o bien manipulamos la historia o directamente la ignoramos.
¡Dejad el valle como esta! Es una expresión que tengo muy oída al igual que ¡estáis levantando heridas! Expresiones que se han convertido en muletillas de la opinión publica aunque no necesariamente malintencionadas, a lo cual se une la cuestión temporal “Hay que dejar pasar unos cuantos años”. Puedo intentar entender que muchos crean que los sucesos aún son recientes (si es que 38 años pasan volando…) pero advierto que o nos encargamos del Valle o ya el tiempo se hará cargo puesto que ya son varias partes del complejo las que precisan urgente reparación.
La cuestión central sin duda sigue siendo que el Valle es donde yace el cuerpo del dictador, el cual debería ser exhumado y desalojado de tal faraónico mausoleo y entregado a su familia. No concibo que en una sociedad que se considera democrática se dé sepultura de tal envergadura al cuerpo de un sujeto que si algo aporto a España fue desgracia y odio. No podemos permitir que en una sociedad que tanto ha sufrido para llegar a un estado de derecho se hagan marchas a modo de peregrinaciones para que un puñado de reaccionarios y enemigos del debate den culto a la figura del que al fin de al cabo fue un vil asesino y por supuesto no puedo comprender que siendo los españoles los que pagan su mantenimiento no sean consultados para decidir el destino del féretro.
No se puede servir a dos dueños, esto es una cuestión de elección, de decidir si avanzamos como país o nos quedamos estancados en una eterna transición sin esperanza de llegar a culminar en una auténtica democracia

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