En estos últimos meses
hemos vuelto a observar en las tertulias televisivas un “debate” bastante
recurrente, y coloco la palabra debate entre comillas ya que, al menos a mi
entender, el debate parte de la aceptación y el respeto a las ideas del
contrario y una exposición coherente de las mismas, pero en el momento en el
cual tocamos nuestra historia más oscura y reciente no nos encontramos con
ideas elevadas ni grandes discursos intelectuales sino que topamos con la más
rancia bravuconería y los comportamientos reaccionarios que para desgracia de
muchos ya forman parte de la marca España.
La cuestión del valle
de los caídos y el debate sobre su futuro se ha quedado estancado, el tan
siquiera nombrarlo ya despierta antipatías y discursos ya trasnochados.
El valle para muchos
representa un símbolo de reconciliación de ambas partes, o al menos así lo
expresaba el dictador, ambos bandos yacerían juntos en el mismo lugar para
pasar al eterno sueño. Esta idea tan romántica en apariencia pasaba por la
edificación del valle utilizando mano de obra republicana y esclava, el símbolo
de la reconciliación seria construido por los vencidos en la contienda, a fin
de cuentas la reconciliación pasaba por la previa represión. Sabiendo esto no
es de extrañar que muchos opten por la destrucción del valle, pues para ellos
el valle no es más que una edificación del régimen para su mayor gloria. Esta
drástica solución va poco a poco perdiendo defensores y tengo la convicción de
que acabara siendo una opción marginal o simplemente desaparecerá.
Así pues la pregunta
que se plantea ahora es la que sigue ¿Qué hacemos con el valle? En mi opinión
creo que la vía propuesta por algunos sectores del foro de la memoria de
convertir el Valle en un museo no va del todo desencaminada. Hay que decir que
el proyecto es pretencioso, me explico, el convertir el valle en un lugar en el
que se explique la historia de la guerra, la represión y la historia del
complejo (lo que muchos ya han bautizado como el museo de la memoria) me parece
una solución inteligente; pero señores, ¡Vivimos en España! Aquí cada cual
desea ser protagonista del relato y no faltan sectores de la población que ya
se han posicionado en contra de esta solución puesto que los historiadores
somos una panda de rojos y perro flautas que o bien manipulamos la historia o
directamente la ignoramos.
¡Dejad el valle como
esta! Es una expresión que tengo muy oída al igual que ¡estáis levantando
heridas! Expresiones que se han convertido en muletillas de la opinión publica
aunque no necesariamente malintencionadas, a lo cual se une la cuestión
temporal “Hay que dejar pasar unos cuantos años”. Puedo intentar entender que
muchos crean que los sucesos aún son recientes (si es que 38 años pasan
volando…) pero advierto que o nos encargamos del Valle o ya el tiempo se hará
cargo puesto que ya son varias partes del complejo las que precisan urgente
reparación.
La cuestión central sin
duda sigue siendo que el Valle es donde yace el cuerpo del dictador, el cual
debería ser exhumado y desalojado de tal faraónico mausoleo y entregado a su
familia. No concibo que en una sociedad que se considera democrática se dé
sepultura de tal envergadura al cuerpo de un sujeto que si algo aporto a España
fue desgracia y odio. No podemos permitir que en una sociedad que tanto ha
sufrido para llegar a un estado de derecho se hagan marchas a modo de
peregrinaciones para que un puñado de reaccionarios y enemigos del debate den
culto a la figura del que al fin de al cabo fue un vil asesino y por supuesto
no puedo comprender que siendo los españoles los que pagan su mantenimiento no
sean consultados para decidir el destino del féretro.
No se puede servir a
dos dueños, esto es una cuestión de elección, de decidir si avanzamos como país
o nos quedamos estancados en una eterna transición sin esperanza de llegar a
culminar en una auténtica democracia
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